Hace unos años, cuando un conductor novato (con el carné de conducir recién aprobado), salía a la carretera con su vehículo, tenía la obligación de colocar en el cristal trasero unas placas que indicaban su poca experiencia al volante, esas placas tenía que llevarlas durante dos años, el primero portaba un número 80 y el segundo año,  un 90, números que además servían para indicar la velocidad en kilómetros/hora que no debería de rebasar. Aquello de las placas numéricas en blanco y negro, fue sustituido por otra placa: una gran letra L (ele), de color blanco sobre fondo verde, con esta letra se quiere indicar que el portador de las misma es un conductor novel, (no confundir con premio Nóbel). La influencia del idioma inglés en las cuestiones de tráfico, no sólo se ven reflejadas en palabras como stop,  o parking,  pues la placa del novato portadora de la letra L, también es producto del idioma de Shakesperare, ya que la palabra inglesa "Learning", significa aprendiendo, de ahí se toma la L para la señal y todo el mundo sabe que quien la lleva es un aprendiz.

¿No habría sido mejor usar la N de novel, la A de aprendiz, la I de inexperto o la P de principiante como hacen, por ejemplo en Italia?. Cuidar el idioma, es obligación de todos los que lo usamos, pero si las autoridades, los cargos más altos de la sociedad son los primeros que usan palabras de otros idiomas para definir todo lo nuevo que va apareciendo, mal futuro para nuestra lengua.

Igual que la DGT (Dirección General de Tráfico) tiene autoridad, por medio de sus agentes, para detener y multar a aquel que siendo novel,  no lleve en su coche una L verde, la Real Academia de la Lengua, debería tener agentes lingüísticos que pudieran prohibir a las autoridades el uso y abuso de palabras extranjeras para incluir en nuestro idioma.
 

Milagros Fuertes mar 06